sábado, 14 de junio de 2008

Los Cuentos Desechables del Rannel Báez
Por Ligia Minaya

(Publicado en el periódico Última Hora, en la página Opinión,
Jueves 18 de mayo del 2000).

Poca gente sabe que Azua es una cantera de buenos narradores y poetas. Con una Sociedad Cultural sólida que agrupa a un sinnúmero de jóvenes y no tan jóvenes que trabajan arduamente el oficio del hacer Literatura. Entre ellos destaca Rannel Báez. Un libro de cuentos bajo el título de “Cuentos Desechables” basta y sobra para conocer a un buen narrador. La narrativa de Rannel Báez no es convencional ni ortodoxa. Más bien, el autor parece interrogar los personajes interrogándose a sí mismo. Irreverente con sus creencias, contestatario de ritos y costumbres, Rannel Báez parece ir redescubriendo lo ya establecido, y a veces va desmantelando lo oculto, lo que todos sentimos y no decimos.

“Cuentos Desechables” no nos cuenta cuentos convencionales. No son los cuentos en que se establece de antemano una forma de escribir de acuerdo a los cánones. No, Rannel Báez nos desquicia con una escritura alucinante. Y hay poemas en sus cuentos. Su escritura lo delata poeta. Hay belleza en su prosa. Hay también un hilo que se entreteje, se hace nudos y otras veces fluye como un río. Pero siempre hay una interrogante que nos hace cerrar el libro para meditar. Al decir de su contraportada es “una explosión de cosas dichas, vistas e imaginadas que pugnan por abrirse espacio en el apretujado tránsito de la vida”.

En estos “Cuentos Desechables”, el autor habla con voz propia de lo que quiere decirse y de lo que nos quiere decir. No se sorprenda si al leer estos cuentos se encuentra consigo mismo. Da parte, este escritor azuano, de lo que somos y de lo que creemos ser. De lo que creen los demás que somos y de lo que en realidad no somos. Es una criatura desquiciante y por ratos alegre, trágica, cómica, mordaz, tramposa, como la vida misma.

“Cuentos Desechables” que no podrá desechar. Un libro bellamente impreso que podrá encontrar en la librería La Trinitaria, y que de ser leído sin prejuicios, con el sólo deseo de disfrutar la buena lectura; debe ser también orgullo de los azuanos dentro y fuera de Azua. Publicar un libro en este país, es tarea de titanes.

Si conoce a Rannel Báez no le pida que se lo regale, por favor. Si los amigos no compran los libros que publican sus amigos, entonces ¿quién los va a comprar? ¿los enemigos de la lectura?
“En torno a Cuentos desechables de Rannel Báez”
por Johnny Webster, Ph.D.

A principio de los años 70 Julio Cortázar declaraba que no escribía para un lector ‘hembra.’ Cuando las declaraciones llegaron a los oídos del público, especialmente al sector académico que seguía con gran interés el desarrollo artístico del argentino, hubo un gran resentimiento (y bien merecido). Aunque sus palabras no trataron de crear intencionalmente un alboroto, lo que sí intentaba era comunicar que sus obras las concebía para un lector ‘activo’ y no ‘pasivo.’ Para el lector que lee y relee el texto tratando de hallar los aspectos más recónditos o, como diría Henry Louis Gate Jr. en Loose Canons Notes on the Culture Wars, ‘el segundo texto’ del discurso.
En Cuentos desechables del joven escritor azuano Rannel Báez asistimos a unos relatos diseñados para un lector activo. Los personajes que habitan aquí son seres que apenas conocemos o que simplemente vemos de perfil ya que lo importante no es saber quiénes son, ni cómo son o cómo lucen, la clave reside en sus voces, en sus ecos. Ecos que nos recuerdan a una Comala en Pedro Páramo del mejicano Juan Rulfo. Ecos de seres zarandeados por un vacío existencial que ellos mismos han forjado, y que nos recuerdan así al personaje de La muerte de Artemio Cruz, de otro mejicano: Carlos Fuentes. Ecos de seres atrapados en un mundo vacío, de ‘humo’, como la misma voz narrativa dice: ‘desechable’, al estilo de un Ulises, de James Joyce, donde el lenguaje, la palabra, se torna rebelde y lucha contra el desmoronamiento existencial que aflora en la vida del individuo. Pero más importante, Rannel Báez nos presenta la condición humana de seres solitarios, incomunicados, cuyas voces o lamentos no sólo les hacen compañías, sino son un intento de comprender, descifrar, y sobrevivir el mundo golpeante en que transitan. Buscan, por medio de la palabra, del eco, o pensando en voz alta, hermanarse a la realidad que les rodea sin que en ningún momento logren ese objetivo.

(II)
Lexema Lima es uno de los personajes más memorables en estos relatos. En él se acentúa esa realidad donde aflora una condición existencial soez. Así como los otros personajes, no lo conocemos muy bien, o solo se nos presenta ‘de perfil’, mas sí escuchamos y reconocemos sus lamentos, sus ecos. Ecos de un ser solitario que va ‘desintegrándose chin a chin’, como se lee, y ello lo sabemos, porque a través del monologo interior híbrido, en el cual el fluir psíquico del personaje se alterna con la voz narrativa, se plasman el mundo caótico y atormentado en el cual el personaje fragua su búsqueda. Quiere, a través de la palabra, llenar ese vacío existencial que siente. Intenta rescatarse a sí mismo, inmortalizarse para no caer en una especie de ‘tartamudez’ o en un abismo existencial. Mas ese objetivo no se cumple. Su búsqueda, por medio de la escritura, en vez de ayudarle a hallar la razón de su mundo golpeante, lo que hace es conducirlo a un espacio ‘sin magia ni literatura,’ según se lee, pues la circunstancia vil por la cual atraviesa es más poderosa que el don que tiene para razonar, o discernir, sobre ella. Y si al principio lo encontramos ‘arropado en un universo de humo,’ al llegar al final lo dejamos existencialmente ‘roto,’ atrapado en un vaho de fatalismo.

(III)
No es casualidad que algunos años atrás el gran crítico uruguayo Angel Ramas, describiendo los personajes que abundan en la narrativa dominicana de siglo XX, opinaba, en estudio de Literatura hispanoamericana, que eran seres ‘rotos,’ atrapados en situaciones agobiantes, seres atormentados. En Cuentos desechables parece que el personaje se inscribe, precisamente, a esa percepción: es un ente ‘roto,’ ‘desechable,’ como lo insinúa el mismo título de la obra, ya que el intento de salvación lo encamina ‘a deshacerse’, a ‘desaparecer’ en el mismo enredo psíquico que preside su existencia.
Pero esto no es todo, hay más: como decía el gran cantante argentino, Atahualpa Yupanqui, “Los hombres son dioses muertos, de un templo ya derrumbado. Ni en sus sueños se salvaron. Sólo sus sombras han quedado.” Después de leer el libro de Rannel Báez aquel mundo poblado de seres frustrados se transforma, efectivamente, en sombra que pasa. (Pues tiene que ser así, ya que nos hallamos ante la presencia de personas ‘anónimas’ que transcurren por la vida ‘sin pena ni gloria.’) Y aunque el lenguaje podría ser entendido como el protagonista del discurso, pienso que hay un ‘ texto silenciado’ ( muy importante ) y es el siguiente: ‘somos seres, en una galaxia solitaria, girando con nuestros ecos, voces, o lamentos, a través de un espacio infinito,’ esta es la idea. Y si bien podría ser ‘la piedra filosofal’ que informa aquí al discurso, pienso que muy significativo es aun el hecho que con Cuentos desechables se inserta Rannel Báez al acervo literario azuano que goza ya con la presencia de figuras como William Mejía, Bernardo Bor, Emilia Pereyra, Julián Paula, Virgilio López Azuán, Miguel Aníbal Perdomo, entre otros ya inspirándose en el parnaso del cielo.
UN COMENTARIO BAJO EL FRESCOR DEL LIBRO DE EMILIO HARD STONE

Por Rannel Báez


Todo el mundo sabe quien ganó cuando “el amor y el interés se fueron al campo un día”. Y siendo “el amor ciego, deja su marca de fuego en la mujer que se adora”, declama el Indio Gaucho.
En la literatura, el amor es un tema tratado al revés y al derecho desde tiempos inmemoriales. Amor y Odio son temas rancios ya para el discurso poético. Pero siempre hay espacio para tratar el tema. Ejemplo clásico es el amor imposible, melancólico hasta la muerte, de la María de Jorge Isaac.
En el libro de Emilio Piedra Dura (Hard Stone), que hoy nos ocupa un comentario fresco, el amor y la suerte se fueron al campo un día… y más pudo el amor que la suerte que tenía… Fue posible describir el amor bajo el frescor de la lluvia cayendo en el techo de palma de una enramada furtiva… Pero la suerte salió preñada y murió. Pero antes, bajo el frescor del amor, nació el relato de Siréi. Esta Sirei, puede ser una sirena o una mujer real… Y es que en la literatura, la realidad y la imaginación se fueron al campo un día y más pudo la imaginación real y la realidad imaginaria que la real realidad que había. En el relato de Emilio hay mucho de realidad real, por eso no hubo suerte en el amor (el loco no tiene suerte), y Sirei, para vivir eternamente, requiere una lluvia de imaginación real bajando por el caudal de un río de realidad imaginaria. Emilio se deja dominar por la suerte del relato real, por eso Sirei se queda “desde los cromosomas de (su) alma amarrada felizmente a (tu) existencia”. ¿A la del autor o la del personaje? ¿Quiénes fueron los que volaron como “colibríes hacia unos arbustos con la desnudez en las manos”? Esta metáfora romántica, como las demás que “bajo el frescor de la suerte” van amortiguando el relato, en su cotidianidad romancera, van al corazón del autor y de Siréi, Sirena, Mujer o Sueño.
Para Emilio el Amor y la Suerte andan juntos. Ni el amor ni la suerte se pueden definir con diccionarios “carentes de sentimientos”. La gran suerte es amar. Y amar es una suerte del azar en este mundo de Sirei, pese a que “por amor se han creado los hombres en la faz de la tierra”, como dice la canción de Solano que le bailaban en el relato los dos pichones que amanecieron abrazados en la hamaca del rancho de un conuco de Humela, nombre del pueblo que si mi olfato de perro poeta no me falla significa lugar de humo. Y cuando a uno se le van los humos a la cabeza, no es cuestión de suerte, y el amor solo puede surgir de las cenizas, porque hubo candela, del fuego poético. Para el personaje, para el poeta Emilio, hay que “amar o morir… el amor es el alma de todo…” como dice Dany Rivera. Lónder y Emilio, entre Humela y Malire, tuvieron la suerte de amar en un relato amoroso donde Sirei se hace romance Perenne.
Emilio, en este relato, cambió la silla de ruedas de su cuerpo físico, por las sandalias de Perseo, y se tropieza con una “lluviosa y mágica tarde de octubre” y empalagado de amor discurre en su historia poseído por su “golosina del cielo, biscocho de brisa y refresco de nubes”. Al final, lo dulce trae lo amargo aparejado, y como la suerte fue verde se la comió un burro, ironizan en el campo, el amor de Emilio se diluyó como la misma lluvia río abajo, murió el amor viviendo en el relato, y Emilio se quedó “sentado en el sillón de madera callosa que (nos) muerde las nalgas en el parque del escarnio, donde nos sienta el mundo como a un cachorro sin dueño”.
El autor se meció bajo el frescor del relato, gozó la suerte del amor de Sirei y sufrió el instante de su partida real, humana, grávida como una mujer de carne y hueso, hacia el mundo de Dios. Y se quedó en Malire, ciudad de la malaria humana.
Antes del desenlace todo era color de rosa, como en las lunas de miel del famoso vals de las nupcias. Poeta y Personaje vieron a Sirei con su “traje de nieve con su simpática cola, con tres metros de risa”. En el momento íntimo en que Sirei “posó un algodonoso beso que supo a tela de coco verde” que lo dejó bebiendo agua dulce en calabazos de cariño”. Todo respiraba poesía de viento, música de cuerda. Pero, el pero que nunca falta, sin que importen el amor y la suerte, el frescor del relato comenzó a cambiar cuando Sirei dijo que estaba preñada y su vientre comenzó a inflarse como un “globito infantil”. El autor y el personaje tenían “el corazón como el pistón de la moto que huye por el cilindro, hacia el justo desenlace de la fundición, cuando se ha dejado al azar la lubricación del conjunto…” Toda esta imagen para decirnos que algo se fundía… que la suerte le jugaba una jugarreta. Que Sirei se iba en “una noche de macilentas brisas y aguijoneante calor de alacrán”, se moría llena de vida por dentro, llena de amor, en una noche azuana y sin suerte. Una noche en la que “resultaba más fácil ver las patas de las culebras” que conseguir los medicamentos para poder salvar la vida real de Siréi, en este mundo realmente injusto. Sirei es un símbolo para el autor, y su vida no dependía de medicinas, ni de la suerte, su vida depende del relato… y allí vivirá.
El libro de Emilio aborda un tema cotidiano, con un lenguaje cruzado de relámpagos metafóricos.
Cuando lean el libro de Emilio van a descubrir que la noche que amanecieron “bajo el frescor de la suerte”, al inicio del relato del amor real, el autor/Emilio/personaje/Gonder y Sirei/personaje/realidad entonaron “odas de salvaje pasión e incomparable suavidad, con versos que inician a veces con ¡oh!, a veces con !ay!, y, que casi siempre, terminan con un ¡!uh!! prologando”.
Sirei, nació, vivió y murió para vivir bajo el frescor del relato de Emilio Hard Stone.
VÍAS Y CRUCES POÉTICAS
EN LA CRÓNICA DE DILANDO SÁNCHEZ

Por Rannel Báez.

Escribir una novela no es “paja de coco”. Porque “silavé”, puede resultar coco sin paja, y si por el contrario “nolavé”, podría guayar paja sin coco. Sin obviar que nosotros somos muy dados a ver la “paja en el ojo ajeno”, y nunca vemos ni sentimos la pajota en el nuestro. Cuando se trata de criticar, del verbo chismear, al otro, no hay quien nos de gabela. La crítica literaria es otra cosa, según los críticos literarios. Vargas Vila comparó al crítico con un mono que vivía trepándose en el árbol de la gloria del otro.
Yo ni soy crítico ni soy mono. Yo soy un pecador común y corriente, familia de Dilando, amigo del poeta, y charquero de nacimiento, por lo que no voy a criticar, ni humana ni poéticamente, la novela del escritor Dilando Sánchez, quien viene trillando su víacrucis creativo desde “Provincia”, hasta “Loma Adentro”, ensillando su “corcel de amarguras” y dirigiéndose “hacia un horizonte indefinido, siempre en busca de la inexistencia”, como él mismo advierte.
En estos minutos, de crónicas y viacrucis, sólo voy a despotricar algunas informaciones de los “eruditos de veletas y veleros, de noveletas y noveleros, haré algunas percusiones rannelísticas, y luego puyaré mi gacho brioso para irme rumbo a “Cañada Honda” o “La Acequia” literaria, en la búsqueda de las vías u cruces poéticos en la Crónica de Dilando Sánchez.
Primero es bueno recordar lo que dijo un escritor del Boon Latinoamericano para definir al que escribe: “el escritor es un 10 % de cerebro y un 90 % de nalgas”, y esto así, para interpretarlo, por que el escritor requiere de paciencia imaginaria, que lo aferren a la silla de la creación hasta que las nalgas se le acalambren, para que la obra de arte salga pulida y logre sus efectos mágicos.
Según Henry James, citado por Silvia Adela Kohan, en su libro experimental ensayo “Cómo se escribe una Novela”, en el título “el Territorio de la Novela”: “de todos los cuadros, la novela es el más amplio y el más elástico”.
Por esto se dice que la novela es el género de “largo aliento”. Hay novelas de mil y pico de páginas como “Los Miserables” de Víctor Hugo, o el “Ulises” de James Joyce, pero ya no hay mil y pico de lectores que se enfrenten con estos novelones, porque ahora la computadoras, los DVD, los Vídeos, el Nintendos, los CD´s y otras diabluras y maquinarias están ocupando todo el tiempo y la mente, y el cerebro y las nalgas de la gente.
La novela de Dilando tiene 130 páginas de libro, pero tiene una cantidad inmensa de páginas que vuelan en la imaginación. Se puede leer de un tirón de muchos años y recuerdos. Y es que la novela de Dilando es una crónica de un viacrucis, que tiene muchas vías y cruces poéticos.
Cuenta la historia cruda y real de una mujer-personaje de “Provincia”, ciudad metida en la época de Trujillo, quien se desahoga, recordando y contando, en un monólogo cinematográfico, frente a su comadre, quien sólo esgrime gestos y emite sonidos guturales, ante la caterva de vicisitudes, ante el pandemónium de calamidades y desgracias, por las que atravesó su comadre, viuda tres veces (de un hatero, de un comunista y de un obrero), y ahora casada con un manganzón, con quien ha procreado un hijo, que se tira todo el relato histórico-poético-novelístico de su madre, acostado en una cama, desde donde observa, quizás con inocencia o incredulidad, los ojos brillosos de su perro Negro, y luego reproduce todo lo contado por su madre, en forma de una película de largometraje, que como “salida de un útero profundo”, como de un abismo, de donde salen los recuerdos (“que atravesaban las sienes como bayonetas filosas, inodoras e incoloras”) en blanco y negro, proyectados en una pantalla segadora, en donde aparece un joven (el hijo de la mujer del viacrucis) “casi vagabundo y estúpido dobla la esquina para chocarse con su propia realidad. (...) Cerró los ojos buscando el diablillo de su inventiva, encarnándolo en cuerpo y alma, narrando así en primera persona, atendiendo miles de cámaras a la vez, como si aquel rodaje tuviera que salir de su propia boca.”
Así comienza a narrar los recuerdos narrados por su madre, frente a su comadre y frente a él y a su perro Negro.
Esta mujer de la novela de Dilando podría decirse que es una azarosa, pero es una campeona de las adversidades, es una heroína natural de estos pueblos nuestros, donde hay que “pelechar de a duro” para poder sobrevivir, máximamente para los tiempos de tiranías.
Pero lo que sí podemos afirmar con categoría es que esta mujer es una novela en sí misma, con una carga poética desbordante. Es que con tanto gusto cuenta sus valladares y se remonta como protagonista de sus recuerdos, que no hay forma de discurrir en su relato que no sea manifestándose poéticamente, para atrapar a su comadre en su magia o en su imaginación, en su buena memoria de mujer de carne y hueso, pero que ha pasado las mil y una, y ahora cuenta de mil una forma todas sus crujías.
Es lo anterior o es que Dilando se metió en el personaje y lo medeló a su manera, y el caudal poético de Dilando, porque sabemos que Dilando es poeta, eclosionó, se desbordó en esta mujer, que quiere seguir contado la Crónica de su Viacrucis.
Veamos algunas de esas vías y cruces poéticas y filosóficas en la Crónica de Dilando.
“Si el Mesías se tarda otro milenio, comadre, en el lugar donde dejó el sistema solar encontrará un oscuro vacío”.
Es una herejía metafórica vestida con la ropa de su situación.
En unos párrafos que parece como salidos del mundo marquiano, la mujer cuenta como se resolvía el asunto de su “chaucha” cuando trabaja, como “chopa”, donde una señorona capitaleña:
“Cuando a esa vieja la renacía la menopausia: desayunábamos pan con mantequilla, almorzábamos pan con mantequilla y cenábamos pan con mantequilla. Yo aguantaba ese ramadán, gracias a una paisanita que vivía en el edificio contiguo... Nos comunicábamos a través del tendedor con pequeños telegramas, por ejemplo: “pescado duro”, ella entendía el mensaje enviándome de vuelta algunos purgantes. “La sanguijuela amaneció loca, pan y pan”, ella entendía el mensaje y me enviaba una cacerola de comestible, un bultito que viajaba de polo a polo vía satélite...”
No es una mujer común y corriente quien narra, quien cuenta sus recuerdos de esta forma. Por eso digo que Dilando se metió en la boca, en la narración, y en el recuerdo de esta mujer de Provincia, y dispuso en ella toda su carga poética, toda su filosofía, toda su ironía, todo el humor de su pensamiento de poeta.
“Esa maldita vieja tenía contadas todas sus pertenencias: las piezas de los dormitorios, las del comedor, las del baño, las del patio, las de la cocina, y las de la nevera, desde las bolitas de aceituna hasta los tragos de agua...”
¿Quién es el sátiro exagerado? La mujer cronista o el poeta Dilando, desde su condición de narrador omnisciente.
Veamos como define la mujer el trabajo que hacía su amiga paisanita, la que le completaba la barriga cuando la “maldita piraña y arpía” sólo le daba pan y agua, y agua y pan en todo el día: “Su menester consistía en cuidar una maestra de antaño (quizás una maestra del tipo de Doña Onaney Calderón) que ligaba las matemáticas con nombres de animales y efemérides, por ejemplo: “tráigame una botella de conejo y un teorema azul para ver si comen solos”. “Gabriela Mistral esta gallina se está comiendo una raíz cuadrada”. “Alejandro Magno, tráeme un pez de trigonometría”. “Juan Pablo Duarte analízame este soneto de segundo grado”.
En estas formas absurdas, imaginarias, poéticas solo cabe la mente de un poeta, la mente de Dilando, metida en la mente de esta mujer que cuenta su viacrucis como en una crónica novelada.
Y es que como dice Silvia Adela Kohan, en su libro ya mencionado, “la ficción nos permite trabajar con la “mentira” (entre comillas) para decir la verdad”.
Pedro Trigo, en su ensayo “Narrativa de un Continente en Transformación” asegura que “el novelista latinoamericano revela, descubre, inventa; ese es su realismo, la contribución que aporta a su pueblo, de alta significación antropológica”.
En un cruce de sabiduría popular, la mujer narradora de Dilando, o el Dilando enajenador de la narración de la Mujer, aparece la denuncia social, política, sin rayar en el panfleto llano y abierto. En la página 11 del viacrucis, la Mujer al denunciar al “hombre honesto de la política” dice, parafraseando al Diógenes “el cínico”: “¿Usted oyó hablar de un desquiciado que anduvo a medio día por las calles de su pueblo, con una lámpara encendida buscando un hombre honesto?” (...) “Hace falta uno, que vaya provincia por provincia, con un microscopio al hombro, buscando un político que sirva. ¡Casi todos armonizan una partida de sinvergüenzas oportunistas¡”
En otro cruce, denuncia: “El pueblo se rejode cogiendo fuego, para que dos o tres se lleven los lauros. Eso mismo pasa con las campañas electorales: unos son del gato; otros, de la gata”.
Y aún más incisiva esta mujer de Provincia, que tiene la lengua suelta en sus recuerdos batallantes, y frente a su hijo, que la oye y ve los ojos del perro, para luego contarlo como si fuera una película de suspenso, o como un entremés de estúpido empecinado, en otro párrafo, habla como una política de la oposición: “Cuando se habla de corrupción la gente automáticamente piensa en aduanas, congreso, sobres en blanco, educación, lotería, suprema, etc. Porque resulta fácil hablar de liceos, puentes y carreteras con vicios; de furgones de estufas extraviadas, premios profesados clandestinamente, estrategias de hábeas corpus, de regalías, de exoneraciones, y mil vainas más.? Cuánto gana un general en este país, donde hay más de sesenta y con uno basta? ¿Cuánto gana un cura, un obispo, un cardenal? ¿Cuánto se supone que gana un político por hablar hasta por los codos? –dicen que hay libertad de expresión, pero usted camina el país entero y no se choca con ella. A cualquiera le anochece y no le amanece.”
Estas son preguntas claras en los claros recuerdos de la Crónica de esta Mujer en el viacrucis escritural de Dilando. Esta mujer sabe lo que dice y Dilando también.
La forma de discurrir la narración de Dilando en su tema novelado, confirma lo que concluye Giovanny Di Prieto en su ensayo sobre la “Mejores Novelas Dominicanas”: “Es nuestra convicción, en efecto, que el gran tema de la novela dominicana ha sido y sigue siendo el de la suerte del país.”
Un momento tierno, maternalmente sublime, lo encontramos cuando, la mujer, a la que penurias le van y le vienen, un verdadero viacrucis, le cuenta a su comadre, casi con rabia y con orgullo: “Me largué con mi negrita, con mi cachorrita, con mi pétalo de lirio que parecía salida de un cuento chino: limpiecita, dulce, graciosa que sonreía al mínimo detalle. Lavando, planchando, vendiendo queso y tejiendo mantelito, suplía nuestras necesidades.”
En otra esquina del viacrucis, se clama la Mujer, como para acabar en una metáfora todas sus amarguras: “Siempre me he preguntado de qué tamaño serán los sacos lacrimales que a pesar de tantos martirios, aún quedan lágrimas para derramar.”
Pudiéramos seguir, cruzando vías, andar y desandar la crónica desprendida del recuerdo de esta Mujer de la Novela de Dilando, pero estas páginas se van quedando sin combustible, no porque le echamos para un viaje corto, sino porque la gasolina está muy cara, y mi burro gacho no usa gasolina, y esto es una verdad fuera de la novela, aunque la mujer de Dilando lo sabe, y usted también, por que vamos a doblar a la izquierda, rumbo a la provincia del recuerdo, sin meternos en rojo, no sin antes tocar la bocina en lo siguiente:
Dice F.J.J. Buytendijk, en su libro “La Psicología de la Novela”, estudio sobre Dostoievski, “Las novelas en cuanto creaciones artísticas no son formas en las que descanse el espíritu –como en una naturaleza completa-, sino que son –como composiciones musicales- permanentemente creadoras, movimientos espirituales, que exigen por consiguiente, que tenga que descubrirse sin cesar lo formado en lo informe y tenga que abandonarse sin cesar también lo arbitrario...”
“La novela no es una creación de la nada” (el escritor William Mejía asegura que se puede hacer una novela sobre una gota de agua). Hay en la novela algo dado y una disposición. Lo dado reside en el mundo, en la historia de los hombres y en las estructuras y los sucesos...”
“Es indudable que la novela crea también situaciones emocionales que, despojadas de todo accesorio, nos conmueven más profundamente, que en la vida concreta. En estas situaciones se revela lo horrible, lo fatal, el pecado y el arrepentimiento, la pena el perdón y la redención, la alegría, la felicidad, el amor y el odio, lo noble y el dolor...
Por su lado el gran escritor e intelectual cubano Alejo Carpentier, en su libro “La Novela Latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo”, advierte que: “el novelista de nuestros días se siente, bajo muchos aspectos, retrasado con respecto a su época, retrasado con respecto a hombres que no le desean ningún mal, que hasta leen sus novelas, pero que viven en esferas que él no alcanza. Vuela en avión sin saber por qué debe ajustarse el cinturón. Rosa el mundo extraordinario de la aviación comercial, sin llegar a conocer sus mecanismos. Asiste a la partida de los cosmonautas; ve las fotografías que ellos traen de sus viajes; se vuelve hacia el mundo de la medicina, y se encuentra frente a un lenguaje cerrado; se vuelve hacia los investigadores científicos y se encuentra ante memorias, monografías, informes, de los cuales no entiende absolutamente nada. Sin embargo es un mundo apasionante”. Un mundo de novela, un mundo de muchas crónicas y de muchos viacrucis, aunque no de muchos Dilandos, que se atreve a escribir en un mundo acelerado, embobinado, endrogado, con Bush en el Norte y Bin Laden en el Sur, un mundo tan desmundado, en el que lo último que se haría sería leer una novela de un novel.
Pero la novela vive, con su crónica y su viacrucis. A esto advierte el mismo Carpentier: “Si la novela deja de alcanzar a su época, si no puede ya traducirla, expresarla, fijarla, ¿cuál es el destino de la novela? ¿de qué sirve escribir novelas? ¿Qué hacer de la novela?
Antes de doblar, y antes que la comadre bostece, quiero tomarle la primera persona a la mujer de Dilando y comenzar a desaparejar mi burro gacho, con su narración ...
“Si algo se me olvidó, lo contaré después: No se preocupe, nunca repito, aunque le aseguro una cosa, comadre, todo es vanidad, y cada cual hace con su destino lo que mejor le parece. Los años pasan y las piedras quedan, algo extraño pero cierto. (...) Otra cosa, la última de este diálogo en que usted no quiso hablar. Cuando salgo al patio y veo murciélagos colgados en el hueco de aquel cocotero, cierro los ojos tratando de verme interiormente y, sin lugar a dudas, compruebo que he vivido muchos años...”
Sólo me resta corroborar lo dicho por el Poeta Mateo Mórrison en el prólogo de la Novela: “Al recibir este texto narrativo “Crónica de un Vía Crucis” de Dilando Sánchez notamos la habilidad de contar que es un factor inicial para todo narrador y nos damos cuenta que el desafío a la página en blanco, reto de todo escritor es asumida con seriedad, pero con la convicción de que es un duro oficio que amerita de dedicación, esfuerzos y lecturas permanentes.”
Por esto creo en la crónica de Dilando y en el Dilando novelista y poeta, y porque como él mismo dice:
“No sé realmente de dónde vengo, ni exactamente hacia dónde voy; sin embargo, procuraré seguir adelante”. La suerte está echada.”
“ANTES DEL ECO, LA POESÍA; DESPUÉS DEL TIEMPO, EL POETA”
(PRESENTACIÓN ANARANJADA DEL LIBRO AZUL TEMPRANO DE SIMEÓN ARREDONDO)

POR RANNEL BÁEZ
Azua, Ciudad de Poetas. Setiembre 2002.

Para bien oír y bien escuchar lo que diré a continuación en este salón “perseverancia”, quiero solicitar, sin protocolo alguno, que tengáis la cortesía de destaponaros bien los oídos de las malas influencias destempladoras de tímpanos, y del cerillo que segrega el cuchicheo detectivezco y deportivo.

Utilizado ya el hisopo para poner las orejas dispuestas a impedir que se nos recuerde la parábola que sentencia “desgraciados los que tuvieron oídos para oír y no oyeron”, el siguiente paso es poner el pensamiento anaranjado, como si una estrella fugaz cruzara desnuda como mariposa de celofán por nuestro cerebro de animal vicioso y aventurero, réquete ahíto de discordias y pendejadas.

Esto como una terapia, como un relax, como un kamasutra, para que la poesía y el eco en el tiempo de Simeón nos llegue sin interferencias, sin virus brecheros y espías, sin antojos alegóricos, y sin las confabulaciones que descarrían el sentido común.

Hecho lo pedido, para acondicionarnos a este aire acondicionado, ahora vengo al grano, a la semilla, a la poesía, al libro azul temprano que hoy ponemos a circular en este espacio cuadrado, vestido a retazos de cortinas rojas y palpitante de corazones y cabezas con su mundo particular.

Antes, reafirmo que no soy crítico, ni “por la razón ni por la fuerza”, ni por herencia ni por profesión. La poesía se defiende sola, sin críticas criticonas. Me agarro de nuevo de Vargas Vila, quien comparó al crítico con un simio, que vivía colgándose del árbol de la gloria del otro. El arte no resiste la crítica, la mella y la repele. La poesía no se acoge a lo de que “soy crítico, nada humano me es ajeno”. El humano critica pero no mantiene, y ya he dicho que la poesía está fuera del hombre parlanchín y agorero.

La poesía no viene en potecito con roscas y etiquetas, ni en anuncios clasificados, ni se inyecta como una pócima de trementina. NO es lo mismo la palabra lenguaje, que la voz expresión. El llanto y la risa, por ejemplo, son dos momentos sublimes, pero por el hecho de que pronunciemos o que grafiquemos “estoy llorando” o “río a carcajadas”, no significa que se consiga este plano, es decir, que lloremos y que riamos. Se necesita, la necesidad, la sublimación de sustancias perfectas que hagan producir lágrimas e hilaridad.

La isla, el ismo (istmo), la bahía, el arrecife poético está poblado con vientos sin puntos cardinales, haciéndose huracán de angustias y esperanzas en el epicentro de una “realidad real” y de una “realidad imaginaria”, magmas utilizados por los poetas “sorprendidos”, como bien señala Bruno Rosario Candelier en su ensayo “El Sentido de la Cultura”.

Pero vamos a ver, si le sacamos tiempo al eco o eco al tiempo. Dije, en mi libro Orbe Perverso, recientemente ganador del Premio Internacional de Poesía, que no se puede ser poeta y hombre a la vez, porque la poesía no es cadáver, entonces, hace unos años conocí a Simeón Arredondo, hoy conozco al poeta. El hombre está allá, en su paraíso e infierno, en su bulevar e iglesia, en su tálamo o en su retrete, obrando, naciendo, creciendo, multiplicándose, pecando, vegetando y muriendo, pasando trabajo con el trabajo de pasar el camello por el ojo de la aguja; el poeta está aquí, en este libro azul repujado, en estos poemas anaranjados, en estos ecos del tiempo, donde no morirá, porque el poeta no es cadáver, desde donde seguirá jugando a las metáforas, tejiendo laberintos, saboreando angustias, mojándose de cotidianidades. Aquí se quedará, porque antes del eco, la poesía, y después del tiempo, el poeta.

Dice Robert Berroa, el prologuista del libro Ecos del Tiempo, que Simeón, “convierte la poesía en un medio para expresar su responsabilidad frente a la sociedad”, pues, “corre demasiado detrás de la denuncia olvidándose de lo poético, pero este ha sido el pecado de casi todos los jóvenes poetas”, sin embargo, otra cosa nos parecería decir Robert al señalar, que “como alas de aves marinas se levantan sus versos en nuestros ojos y caen en el alma con silencio y ternura”, refiriéndose a los versos anaranjados de Simeón.

Es verdad relativa que en Simeón hay algunos ecos que se oyen en los arrecifes de la objetividad que impone la proa de la ideología y el velamen comunistoso, pero son vientos sueltos de los huracanes del trópico sudoroso y negro, de azúcar y melaza, de cocolo y taíno, de la tierra del Este con su epicentro de caña y de guloyas, que se airean en poemas como “Obrero” y “Reflexiones”. Pero entre el eco y el tiempo hay un horizonte de girasoles a sotavento, y Simeón Arredondo se arremolina en su discurrir poético, y nos dice en su “Advertencia”: “¿Quieres amor?/ Búscalo en la sombra del viento. En los labios frágiles de la luz, en las paredes infladas del horizonte. En las duras rocas de la vergüenza. En las ventanas abiertas de la verdad...”
Entonces, Simeón, huyendo de ser un “traficante de miseria”, como encajonan Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Alvaro Vargas Llosa, a políticos, curas, militares, intelectuales y poetas, empresarios, sindicatos, en su atrevido y documentado ensayo, titulado Traficantes de Miserias, alejándose de esas culpas universales, se acerca al poema, toma un eco y lo deja rodar, y se siente en “Un Día”, a un Simeón poeta del tiempo, cuando nos dice: “Un día, el mar no podrá beberse todos tus lamentos./ La primavera no absorberá todas tus penas. Los peces no beberán todas tus lágrimas. Los lirios no mitigarán todo tu dolor./ Las gaviotas no podrán llevarse entre sus alas todo tu desconsuelo. Tampoco las mariposas podrán con tu tristeza. Ni las golondrinas con tu llanto. Pero un día cualquiera, el mar, la primavera, los peces, los lirios, las gaviotas, las mariposas, y las golondrinas vendrán junto a tu pecho. Entonces florecerá la alegría en los labios del alba. Y una sonrisa anaranjada echará a rodar”.
Esta misma sonrisa, que si ustedes, pusieron su mente anaranjada,como les pedí al principio, les brotará de sus labios, sin darse tres golpes en el pecho, cuando tengan los Ecos del Tiempo, cuando no se mueran ni se pongan viejos, andando por sus versos.
William Mejia, Dramaturgo, novelista y escritor, y actual Presidente de la Sociedad Cultural Athene, institución que auspicia este acto solemne, aplicando una norma establecida por las nuevas autoridades de esta casa de la cultura de Azua, del sur y del país, la de someter a una crítica previa los textos que se pondrían en circulación en estos salones, para no caer en fiascos aduloneros ni en timaciones amiguistas que puedan herirnos “hasta el amor propio”, leyó el libro de Simeón, y en un párrafo, escrito en la última página del libro, con letra suelta y quisquillosa, nos dice que, cito: “Veo en el poeta como si fuera un grito ahogado, entre lo existencial y la esperanza. Pero es un grito repleto de imágenes visuales, de un ritmo poético poco frecuente en los noveles. Este tipo, Simeón, no parece el aprendiz del “candado”, pese a un par de sonoros gazapos que se le van a cualquiera, y no obstante su pasión que de vez en cuando doblega al verso”, termina la percepción de William sobre el Simeón poeta.

La poesía en especie y esencia es un peligro en peligro de extinción, dije y no me arrepiento. Tiene un “candado” de burocracia la creación. Ya no se inspira, sólo se respira el esmot y la contaminación de un mundo encorbatado y parejero. Está en veda la sensibilidad de las ideas hondas y anchas. Por la cualquerización de las sustancias, de las cosas, fulgurantes y acuosas, sutiles y elementales. Mueren ignorantemente, con una muerte humaniática, los sueños selváticos, las utopías telúricas, la cotidianidad madura, las visiones imantadas, las quimeras mojadas. La inercia del arrebato creador, por la chilata de sueldo y por un café de bulevar. La mutilación del instinto por el “air conditioner” y el ascensor. Las haraganerías de “risort” de inventar mundos y sembrar atardeceres, por la computer y la goma de mascar. El soborno del mundo interior por el precio exterior del mundo. El mundo automático aherroja y mohosea todo el engranaje de las utopías. Las computadoras y la automación bajan el voltaje y la impedancia de las neuronas. La cultura de lo fácil va pudriendo la libertad. Los políticos habladores cada vez son más y nadie dice nada... El producto bruto interno mental cada día es más bruto, y produce menos. A la velocidad de la luz, nos vamos integrando por ósmosis y por catarsis a la FVI, Federación de Vagos Independientes. Cada día se orquesta un plan para matar las ilusiones. Pero ¡hágase la poesía!, aparece un sobreviviente en el laberinto, naufragando en el “mar”, “que no recuerda el recuerdo/ y no olvida el olvido. Aparece un poeta en su arrebol mundanal o en su mundo arrebolado, un demiurgo atrevido e ilusionado, que poetiza desde sus meandros, “en este vaivén desorganizado/ que muchos llaman vida/ mueren mutiladas las primaveras.” Aquí no hay espacio/ para el espacio/ ni tiempo para el tiempo”, pese a que Freddy Gatón Arce, extraordinario poeta de San Pedro y del mundo, en su libro Retiro hacia la luz, dice que “números/ cábalas/ meteoros/ infortunio/ alegrías/ ni gobiernos/ estremecen tanto como la primavera y el otoño”.

Para finalizar, con un final infinito, con un final sin eco ni tiempo, con un final de tonos anaranjados lo hago citando a otros dos poetas de San Pedro, que se salieron del pellejo para serlo, me refiero a Marcio Veloz Maggiolo, quien en su antología “La Palabra Reunida” nos habla en su “Lucha Poética” que “los poetas oligárquicos y los poetas proletarios iniciaron su lucha. En el fondo los poetas oligárquicos no necesitan ser poetas para ser oligárquicos, pero los poetas proletarios necesitan ser proletarios para poder un día ser oligárquicos. El poeta oligárquico se dedica a evacuar, desde arriba, a los poetas proletarios. Y los poetas proletarios quisieran evacuar desde abajo a los poetas oligárquicos. En términos generales los poetas oligárquicos son poetas con clase social definida y nunca bajarán al cieno de la proletarización, tienen conciencia de clase y se definen geniales ellos mismos en periódicos, revistas, mesas redondas, telemaratones y anuncios de Cocacola. Los poetas proletarios son también poetas de clase, pero no tienen suficientes telemaratones , mesas redonda ni conciencia clasista como para reventar a los poetas oligárquicos, que, en el fondo no son poetas, pero que dominan la poesía, ¡válgame Dios!
¿Cuál quiere ser usted? Proletario u oligárquico. Los dos tienen boca y tripa y culpa, en este vivir entre el bien y el mal, entre diablo y dios, entre la conformidad y la negación. Por esto, “aunque salga pato o gallareta”, pero sin arrepentimiento que valga, yo me quedo con Simeón, porque “aquí alguien dejó una palabra, una lágrima, un lamento, un suspiro, un gemido, una canción, una voz. Aquí alguien dejó, tal vez sin saberlo, las huellas del dolor”. Y hoy aquí Simeón deja su rastro poético en el Eco del Teimpo.

El otro poeta es Víctor Villegas, quien en su libro “Diálogos con Simeón”, dice “has comprendido tantas cosas, Simeón, resignación no oculta tu cabeza, sino poesía, estado sobre estado el amor, que es gestación, fuerza en la mansedumbre y la alegría...” “Dime, Simeón, por qué enfrentó los hombres a los hombres y cercenó a la mayoría sus deseos”... Y Simeón contesta desde su habitácula, desde sus Ecos del Tiempo, “en esta isla de fantasmas y tumultos, sufren los cañaverales, en las tardes olvidadas. La sangre del horizonte brota y se derrama, sobre el rostro del olvido. Y en el filo del fuego muere el canto de cada día, y muere el azul, cada mañana.”

Porque la poesía es incolora pero no descolorida; porque la poesía es insípida pero no desabrida; porque la poesía es inodora pero no innarizada; por eso el libro de Simeón es un libro azul repujado con versos anaranjados. Venga a nos tu reino, nuevo libro, de un poeta que necesariamente tiene que salirse del cascarón humano para serlo.

Un saludo cuadrado y redondo desde este sur, que si fuera el norte “sería la misma vaina, el mismo disparate y los mismos bemoles... ¡Arre! ¡Arre! Simeón Arredondo, el “Eco del Tiempo” es un caballo de “pasiones y cosas”, de “poesía poética”, como dice Neruda, cabalgando, como tú dices, “bajo la sombra espesa del tiempo”, “sobre el rostro moribundo del camino”, subiendo “ uno a uno los peldaños en la escalera del tiempo” de tus versos simeónicos, versos anaranjados de “este hombre que cabalga al borde la oscuridad”, que “busca con pasión el canto que trepa los hombros del viento”.
LA VERTICALIDAD DEL OJO POÉTICO DE BISMAR GALÁN
Una ojeada oblicua a los metapoemas de “Ojos Verticales”



Por Rannel Báez


Epígrafe de un epígrafe de Baudelaire:
Lector vertical y caótico,
si quieres descubrirte los espantapájaros
que gravitan en tus sienes de ruletas bucólicas,
vierte la luz redonda y las letanías oscilantes de estos versos
en tus ojos penitentes, para que armes el rompecabezas
y puedas sobrevivir en este mundo melancólico y orgiástico.
“Alma que vas buscando abrigo/
y sufres mis dolores mismos/
¡Apiádate!... si no te maldigo.”

R.B.-Ch.B.

En este instante einsteniano, por su desgreñe y por su relatividad, asumo el reto crítico de presentar un libro de un poeta del amigo... Ahora mismo, cuando el terrorista se viste de oveja y el terrorificado no tiene lana para defenderse, tengo que asumir esta oftalmológica tarea, más difícil que hablar de poesía en Irak. Ya, cuando la porquería de la globalización, globaliza la porquería, y por más que mires el horizonte siempre te caen sorpresa verticales, ensarto estas palabras unifocales, porque no tienen la intención de articular un análisis metacrítico, sino echar un vistazo monocularmente redondo al libro vertical de Bismar Galán..
Cuando decidí “ojear” el libro, todo cuesta un ojo de la cara... y cualquiera pierde el ojo del juicio. Es cuando la piña se pone agria, sin ni siquiera haber piña... Entonces hablar de un nuevo libro, del nacimiento de un nuevo texto poético, parto o aborto de la locura o de la rabia de un gato seducido o de un escarabajo penitente, de la llegada de una nueva obra al parnaso, es como para rezar a regañadientes, es como para persignarse con los “ojos verticales”.
Este absurdo vivificante plantea tres dilemas:

Primer Dilema:

“lapoesíanosevende...” es la dirección del correo de Livia Díaz, poeta mejicana de la realia omnipoética. Y en un mundo donde se venden picadas de ojos, maldeojos, desp-ojos, ant-ojos, anteojos, pi-ojos, gorg-ojos, c-ojos, hin-ojos, “yo vendo unos ojos negros, quien me los quiere comprar, los vendo por hechiceros, porque me han pagado mal...”, sonr-ojos, ojos de vidrio, rastr-ojos, abr-ojos, man-ojos (fusión de manos y ojos), es como un en-ojo, para los vendedores ojosdelagranputa, que lo único que no se venda sea la poesía.
Andamos con los ojos bizcos de tanto mirar por el rabo del ojo con pestañas egoístas. A cualquiera se le verticalizan los ojos de tanto ver horizontalmente tantos desequilibrios y desajustes.
Afirma el ojo poético de Bismar que,

“En toda raíz hay invertebrados
que succionan el orgasmo vendido
a cambio de un mísero aguijón
que sostiene la esperanza.”

Sólo basta pestañear para ver el ojo poético de Bismar, en estos versos.

Mirar, ver y observar no es lo mismo, me dijo un sabio viejo. Miro a través de la oscuridad humana, veo la luz fosforescente de la luciérnaga que señala el horizonte, observo que tiene ojos libelulares por donde se deslizan lágrimas y versos en un hilo vertical... Entre la fe ciega y la ciega locura está el ojo de la cerradura por donde se mete la poesía. Pero debes despernancar los ojos, para que no te pase como a los tres hermanos de la canción de Silvio Rodríguez, que tiraron los ojos a un solo punto y erraron la visión y el andar. La poesía no tiene puntos cardinales y no es alcanzada por los alpinistas miopes. El ojo enfermo, el ojo mercurial, el ojo legañoso, no pueden ver la poesía.
Advierte Bismar, en uno de sus poemas profundos:

“No voy al Sur ni a la brújula insondable.
La profundidad no conoce los rumbos.
La profundidad se pierde en ella misma
para descubrirse cerca de la imperfección
y el castigo que le pertenecen.
Cada semilla tiene un agujero donde gana
su propia verdad”.

Esta es la “verdad que nos falta”. La verdad sin brújula que lagrimea en el ojo vertical de Bismar. El agujero es la poesía, una salida, un escape, “la profundidad que se pierde en ella misma”.
El ojo vertical profundiza, no ve lo largo ni lo ancho lineal, y como el ojo poético de Juarroz se dirige a la profundidad de todo...
Para Lezama, en su “Imagen y Posibilidad”, el poema es “un espacio resistente entre la progresión de la metáfora y el cubrefuego de la imagen”, el poeta, es “el que toca ese espacio resistente, como posibilidad, y la poesía, son “las esencias expresadas por las eras imaginarias”. El ojo poético de Bizmar Galán toca, penetra y trasvasa, con progresión vertical este “espacio resistente”, con esencias galantemente imaginarias... Nada más los invito a ponerle ojo 20 de imagen y 20 de posibilidad a estos versos resistentes:
“Encarecer el vuelo
de otras gaviotas al borde del mundo
que aguarda por arcabuces de sol
penumbra y semillas.”
“Un hombre es la mezcla perfecta de lo irreal
y lo profundo.”
“Descubrirse es doblar la tuerca
vestir el rompecabezas mezclar luces
en el lienzo que exhibe los tornasoles
que ganó en su definición.”
Te invito a crear, doblando la tuerca poética de Bismar, sin que te sieguen los tornasoles y vistiendo la poesía con rompecabezas y luces.

Segundo Dilema:

Una sociedad civilizada (¿o militarizada?) subsumida y abotargada en la tetrampa de la informática, las telecomunicaciones, la automatización y la biotecnología, está inmunizando la sensibilidad. Casi nadie lee... Sólo un despistado en el tránsito congestionado por el plomo y el hollín, consume poesía. La mejor forma de morirse de hambre o volverse loco. En una encuesta reciente, en República Dominicana, sólo 6, de cada mil, leen... números que dan pena leerlos... y ni a Pitágoras le cuadrarían. Esta apatía, crecientemente onerosa, el analfabetismo funcional, la unilateralidad de los intereses en pugna entre las clases identificadas por el Darwinismo Social y Cultural, la inercia del Sistema (asistémico) Educativo, son la paja en el ojo que nos hace lagrimear sangre sobre la realidad que nos amenaza.
Los que tengan ojos para ver... pónganse cerr-ojos si quieren seguir haciendo poesía sin contaminación.
Veamos lo que ven los ojos de Bismar:
“La luna va perdiendo sus vértices
a la orilla de los ojos.
Los gritos de sus huesos se dilatan
rumbo a un espacio infiel
en que se descifra el mutismo
de otros perros que sospechan
una respiración sobre el mínimo
pozo de escarabajos”

“Es demencia sentir que se juntan
ilusión y utopía en el tronco
de un hombre cuando sus ramas
se desprenden por el mundo
o por el cielo.”
Ya Bécquer dijo que “aunque no haya poetas habrá poesía...” pero, en este mundo metalizado, por el just time del dinero fácil en el mercado de las fruslerías, donde la poesía, muere artificialmente contaminada, el libro y la poesía de Bismar Galán son un calmante contra la cotidianidad del dolor, aunque siga siendo una “demencia sentir que se juntan / ilusión y utopía en el tronco / de un hombre cuando sus ramas / se desprenden por el mundo / o por el cielo,” y tus ojos de perro trasnochado no sigan viendo más allá de tus narices de imitador.

Tercer Dilema:

No repetir lo repetido, pese a que supuestamente “no hay nada nuevo bajo el sol, todo está dicho y hecho”. Es lo que debe auscultar el “ojo vertical” de la poesía. Construir nuevas metáforas; cabalgar nuevas jitanjáforas, sin aperos; ironizar con las “sabandijas de la lengua” de Cela. No es fácil catar poemas nuevos con palabras viejas y fermentadas... inaugurar un nuevo discurso poético. Este es el reto: llamar la poesía, sin miedo, como lo hacía León Felipe. Y esto es lo que ha hecho Bismar Galán... Con sus “Ojos Verticales”, ha sobrevivido a los tres dilemas... Y para ello, ¿qué ha sucedido?, pregunto sin los ojos desorbitados y sin perderme en el laberinto de la interrogación:
“Los gatos ocultan su castidad
en la sombra de la luna.
Lanzan sus gritos de amor
o de dolor sin proferir palabra.
Tú vives –sin saber– la noche eterna.
Ellos se visten de rosas y humedad
en arrebatos de manzanas que liban
con ojos verticales.”
La respuesta subyace aquí, más allá del dolor de las palabras, con que Bismar nos arrincona en su poesía vertical, que tiene que ser vista con ojos metafóricamente resistentes.
Todos los ojos me han servido de testigo para decir, sin galanterías ni compadreos, sin exorcizar las dudas, sin la necesidad de responsar un amén, que Bismar Galán es un poeta cubano, con su cubanismo poético, un poeta del mundo con su mundanismo poético.
Echémosle un vistazo al siguiente fragmento vertical:
“Vamos por otro sol de mariposas
de animal en celo de selva.
Después del borde está el mundo
Es como un queso como la luna
y vamos a escapar de la caverna
después del nuevo ladrido.”

El ojo crítico, el ojo de cíclope, el ojo por ojo..., el ojo clínico, el ojo de contacto, el ojo de la lavaza, el ojo como “ventana del alma” y hasta el ojo del ano... han escrutado estos versos para ver con sus propios ojos la realidad de lo mirado. Como la sabiduría popular dice que “ojos que no ven, corazón que no siente”, yo vi para sentir y asentir... A ojos vista, Bismar Galán, logra introducirnos, como se introduce un gato en una noche de metáforas, con la “Paz de la Palabra” y con sus “Oscilaciones” en mundos claroscuros de realidades reales y realidades imaginarias...
“Las palabras se ríen de las palabras
y buscan su música en otros compases.
Las palabras se prestan y disputan
el espacio
en el Espacio y el Tiempo.”

“Las palabras se dan las manos
y se ciñen sin nombres hasta el sudor
hasta convertirse en lluvia o fuego
y caen o se elevan sin calcular la altura.
La palabra de la mano de la palabra
se quita su antifaz de siempre y se define
en un cuerpo de esbeltez y a veces
de locura.”

Al dejar caer la mirada vertical sobre la poesía de Bismar Galán, los ojos saltan como canicas y comienzas a ojear el mundo con otras ojeras, lo ves con otras sombras y maquillajes, con otras bisuterías y colores, aunque realmente no tenga colores el mundo... Y es que en el mundo poético los colores no son colores y el racismo no cuenta. El color de la palabra metapoética tiene su tinte particular, allí “el ojo que ves no es ojo porque tú lo vea, es ojo porque te ve”, según el ojo musical de Machado.
Estos versos, llenos de ojos de pupilas verticales, ojos de víboras, de lechuzas, de gatos, de penitencias, de cavernas, son para leerlos, sentirlos, poseerlos, engullirlos, sustraerlos, trocarlos, con los ojos bíblicos: con las ventanas del alma.
“Hombre: pedazo del otro
transparente amalgama
de lo indefinido y lo real.
El poeta es un hombre
con las luces
hacia el fondo.”

Y en ese fondo, Bismar seduce los gatos, para que hagan maullar su poesía:

“Me aguanto al aullido de esos gatos
que viran el tiempo desde la escalera.
No cedo espacio en mis confines
aún cuando en esta altura las rocas
han perdido sus vértices y un viento
me ataca desde el siglo que pasó
más sigiloso que el otro gato.”

No importa el color que tengan las ventanas de tus ojos, si ves salir un camaleón por las páginas de un libro, y si ese libro borra la miopía de murciélagos silenciosos que dormían una siesta en tus párpados. El libro de Bismar te hará mirar la paja testaruda de tu ojo y el microbio asustado en el ojo del otro.
“Soy ese animal que habita entre las aguas
sobre las aguas cercado por las aguas
Ahí están ellas unas me ahogan
otras me salvan
El don-de la carne es discernir cuál piedra
es la más dura
hacerse un corazón o una coraza.”

Los “ojos verticales” caen, como las pupilas de un péndulo, en un índice poético que señala el camino real, sorpresivo, resistente, imaginario, metafórico, lezamiano... y no te deja escapar de su visión. Veamos el itinerario vertical de Bismar:

LA PAZ DE LA PALABRA

Ironía de las manos
Cobrar el sentido
Noche de queda
A pesar de la lluvia y del tiempo
Ebrio del salitre
Después del diluvio
Retazos de la demencia
Desojarse el pecho
Tomar la forma
Noche de brujas
La paz de la palabra
Escribidor frente al espejo
Sinonimia del fondo
Fraguar los pasos
Los peces pierden sus nombres
Sujeción a la ingravidez
Presagios de la existencia
Definición del poeta
Tiempo en persistencia
Amantes de la luna
La verdad que nos falta
Aguardar las señales
Utopías del camino
Seducir de otros gatos
Cuestionar el cuerpo
Escape de las sombras
Transparencia
El espacio de mi yo
Inocencia de la luz
Mi propio guerrero
Si yo fuera poeta
Escape de cielo en la mirada
Dimensión de la tarde
La boa sin la tela
Con un cristo al hombro
Convocatoria a disentir
Me interroga mi ciudad
Desde mi casa de siempre
Estocada final


OSCILACIONES

Contraluz
Una foto de la ausencia
Transmutar el silencio
Elegía a una diosa eterna
Mientras pasan los gatos
La voz del silencio
Contraorden
Es permisible el miedo
Penitencia
Del tiempo y otras nostalgias
Ingravidez de los sueños
Oscilaciones
Después del diluvio
Dátiles del soy
Quiero puedo debo
La patria es una manzana
Ordenanza primera
Tal vez la lluvia
Sex-symbol
Blasfemia política
Ojos verticales
Visión de la distancia
Contra-dicción del bosque
Amarillo de las hojas
Toros que salen del pecho
Ya sin luz
La próxima cena
A tanto tiempo de ver in-verso, es ya hora de que cures las vers-ojeras y descubras otras formas de ver con “ojos verticales”.
Hay un ojo mojado, hay un ojo poético en la orilla oscilante del mar... Una ola bismarina, una ola galante metida en el ojo mojado, en el ojo poético, oscilando en la orilla del mar... Un poeta, con luces y rompecabezas, un poeta vertical navega en la ola mojada metida en el ojo que oscila en la orilla poética del mar.. Es un poeta de “ojos verticales” como el gato seducido por su imaginación.
Finalmente, pese a que de manera pecadora te viven rogando el arrepentimiento, y pese al acertijo nupcial del poeta cubano Cintio Vitier, en su adivinanza poéticamente vertical: “lo que le dijo el poema a la poesía: después te vas a arrepentir”, yo no me arrepentiré... ni aún después que cierre mis ojos lagarteados y que, un día de lluvia verticalmente poética, se comerán los gusanos caníbales... Para los que vean y oigan, con o sin ojos ni oídos, estas letras oscilantes, si como dice la Patafísica: “Ciencia de las soluciones imaginarias”, lo único que es literatura es la letra, hago míos y pongo en boca de Bismar Galán estos versos de Paul Verlaine:
“Entonces, es un hecho. Este libro está .
Queridas ideas que rayáis mi cielo gris con vuestras alas de fuego
y cuyo viento acaricia mis sienes obsesas,
¡vosotras podéis volver volando hacia el infinito azul!”


La Acción Cultural en Azua


La incidencia de la Sociedad Cultural Athene, del grupo Enriquillo, del Círculo de Estudios Literarios Azuanos (CIELA), de Teatro Sur, de Proyección 2000, del Ballet Folclórico Ramón Madora, de la Universidad Tecnológica del Sur (UTESUR), de la Academia de Música, de la Escuela de Bellas Artes, de los grupos Batey Marcos, Azua, Athene, Cubatai, de los grupos de danza Crazy Mix, Nijinsky, Dance Time, Danzarines, Kids Dance, Areitabal, Sexy Dance, de los talleres literarios y los clubes de lectores, ha sido de gran impacto para el desarrollo cultural de Azua.
Y para garantizar el fortalecimiento y desarrollo sostenido del proceso cultural azuano, nunca como ahora la acción cultural de Azua había tenido el apoyo decidido de la Secretaría de Estado de Cultura.
El Presidente de la República Dr. Leonel Fernández, creador del Consejo Presidencial de Cultura que motorizó la Ley de Cultura y la creación de la Secretaría de Estado de Cultura, en su primer mandato, al iniciar su segundo período, afirmó: “Sólo alcanzaremos el progreso si vamos de la mano con la Cultura”.
Hemos tomado la palabra del presidente. Y es por esto que José Rafael Lantigua con “pasión, creatividad y gerencia” como Secretario de Estado de Cultura ha desarrollado el más amplio y moderno programa de acciones y actividades en beneficio del proceso cultural dominicano. Lantigua se ha convertido en el Padre de la Cultura dominicana. Ha centralizado todos los esfuerzos en apoyo del libro, de los escritores, de la danza, del cine, del teatro, de la música, de todas las artes, del patrimonio, del carnaval, del folclore, de las tradiciones, de la artesanía y sobre todo, la preservación de nuestra identidad, la internacionalización de nuestra cultura.
En Azua la acción cultural ha sido palpable y evidente, la gestión cultural de Rannel Báez, Director Regional Sur de Cultura, con el apoyo de todos los grupos y dirigentes culturales, ha obtenido varios logros para el fortalecimiento del proceso cultural de Azua.
Veamos algunas acciones y algunas fotos:
1. Entrega de libros a 13 bibliotecas escolares y comunitarias.
2. Formación de 12 talleres literarios en donde los jóvenes escritores han obtenido ya 10 premios literarios.
3. Ejecución del programa Protagonistas del Barrio en el Alto las Flores, La Bombita, El Prado, La Colonia, Pueblo Abajo.
4. Realización de 50 jornadas de motivación poética, talleres de cómo escribir cuentos y poesía, y la tertulia Piedra Poética.
5. Participación en eventos locales (fiestas patronales, fiestas patrióticas, semanas culturales, ferias, olimpíadas de lectura), regionales (festival del café orgánico, juegos Caonabo, ciclo Tirando Páginas por el Sur), nacionales (ferias internacionales del Libro, festival Hermanas Mirabal, festival de Sierra Prieta, festival Bomana en la Romana, carnavales de Santo Domingo, feria ecoturística), internacionales (festival del fuego en Cuba, feria binacional en Haití, Encuentro Indigenista en Puerto Rico, Encuentro de Poetas en Chile).
6. Publicación de dos libros: Sombra Grande de la autoría de Luís Therko Vargas y la antología de escritores azuanos Tripages compilada por Rannel Báez.
7. Coordinación de la Casa dominicana de la Cultura dentro de la fiesta del fuego.
8. Coordinación del ciclo de actividades Tirando Páginas por el Sur.
9. Inicio de los murales azuanos -Muralia-.
10. Realización de la Ruta de Enriquillo y levantamiento del Pueblo Taíno.
11. Coordinación del Pabellón de Historia en la feria Internacional del Libro.
12. Apertura de la Escuela de Arte Libre Efraín Ortiz en el Pueblo Abajo (en ejecución Escuela de Arte Libre en el Prado).
13. Apoyo económico y logístico al Festival Internacional de Cultura que organiza Teatro Sur.
14. Realización de los eventos Patria y Cultura dentro de las fiestas patrióticas del 19 de Marzo y la Cultura con los Remedios, dentro de las fiestas patronales.
15. Coordinación del Desfile Regional por la Identidad del Sur.
16. Coordinación de la Noche Sublime de Piano y Poesía con la pianista coreana Yong Hea Yon.
17. Presentación de obras de teatro y títeres en la calle, en colegios y escuelas con la participación de figuras como Carlota Carretero, Juan María Almonte, Ernesto López, Ángel Mejía, Luís Amauris de los Santos, Marián de la Mota.
18. Y la más importante de todas las acciones: el inicio de la Reparación de la Biblioteca Municipal. Del Edificio de Athene, una vieja demanda de los sectores culturales, para convertirlo en el Centro Cultural del Sur.

Azua es la cuna de poetas y artistas. Azua es el pueblo de la Mangulina y el Bacá. Azua es el pueblo de chacá y del cacheo. Azua es el pueblo del CARRAO, con su rey Cayuco y su reina Guasábara. Azua es la tierra de las mil batallas. Azua es la tierra de los contrastes. En Azua los tomates, el cambrón, el petróleo y las manzanas se dan como piedras. Azua es el centro del Sur. Azua es la Ciudad del Sol y la Capital de la Cultura.