sábado, 14 de junio de 2008

“En torno a Cuentos desechables de Rannel Báez”
por Johnny Webster, Ph.D.

A principio de los años 70 Julio Cortázar declaraba que no escribía para un lector ‘hembra.’ Cuando las declaraciones llegaron a los oídos del público, especialmente al sector académico que seguía con gran interés el desarrollo artístico del argentino, hubo un gran resentimiento (y bien merecido). Aunque sus palabras no trataron de crear intencionalmente un alboroto, lo que sí intentaba era comunicar que sus obras las concebía para un lector ‘activo’ y no ‘pasivo.’ Para el lector que lee y relee el texto tratando de hallar los aspectos más recónditos o, como diría Henry Louis Gate Jr. en Loose Canons Notes on the Culture Wars, ‘el segundo texto’ del discurso.
En Cuentos desechables del joven escritor azuano Rannel Báez asistimos a unos relatos diseñados para un lector activo. Los personajes que habitan aquí son seres que apenas conocemos o que simplemente vemos de perfil ya que lo importante no es saber quiénes son, ni cómo son o cómo lucen, la clave reside en sus voces, en sus ecos. Ecos que nos recuerdan a una Comala en Pedro Páramo del mejicano Juan Rulfo. Ecos de seres zarandeados por un vacío existencial que ellos mismos han forjado, y que nos recuerdan así al personaje de La muerte de Artemio Cruz, de otro mejicano: Carlos Fuentes. Ecos de seres atrapados en un mundo vacío, de ‘humo’, como la misma voz narrativa dice: ‘desechable’, al estilo de un Ulises, de James Joyce, donde el lenguaje, la palabra, se torna rebelde y lucha contra el desmoronamiento existencial que aflora en la vida del individuo. Pero más importante, Rannel Báez nos presenta la condición humana de seres solitarios, incomunicados, cuyas voces o lamentos no sólo les hacen compañías, sino son un intento de comprender, descifrar, y sobrevivir el mundo golpeante en que transitan. Buscan, por medio de la palabra, del eco, o pensando en voz alta, hermanarse a la realidad que les rodea sin que en ningún momento logren ese objetivo.

(II)
Lexema Lima es uno de los personajes más memorables en estos relatos. En él se acentúa esa realidad donde aflora una condición existencial soez. Así como los otros personajes, no lo conocemos muy bien, o solo se nos presenta ‘de perfil’, mas sí escuchamos y reconocemos sus lamentos, sus ecos. Ecos de un ser solitario que va ‘desintegrándose chin a chin’, como se lee, y ello lo sabemos, porque a través del monologo interior híbrido, en el cual el fluir psíquico del personaje se alterna con la voz narrativa, se plasman el mundo caótico y atormentado en el cual el personaje fragua su búsqueda. Quiere, a través de la palabra, llenar ese vacío existencial que siente. Intenta rescatarse a sí mismo, inmortalizarse para no caer en una especie de ‘tartamudez’ o en un abismo existencial. Mas ese objetivo no se cumple. Su búsqueda, por medio de la escritura, en vez de ayudarle a hallar la razón de su mundo golpeante, lo que hace es conducirlo a un espacio ‘sin magia ni literatura,’ según se lee, pues la circunstancia vil por la cual atraviesa es más poderosa que el don que tiene para razonar, o discernir, sobre ella. Y si al principio lo encontramos ‘arropado en un universo de humo,’ al llegar al final lo dejamos existencialmente ‘roto,’ atrapado en un vaho de fatalismo.

(III)
No es casualidad que algunos años atrás el gran crítico uruguayo Angel Ramas, describiendo los personajes que abundan en la narrativa dominicana de siglo XX, opinaba, en estudio de Literatura hispanoamericana, que eran seres ‘rotos,’ atrapados en situaciones agobiantes, seres atormentados. En Cuentos desechables parece que el personaje se inscribe, precisamente, a esa percepción: es un ente ‘roto,’ ‘desechable,’ como lo insinúa el mismo título de la obra, ya que el intento de salvación lo encamina ‘a deshacerse’, a ‘desaparecer’ en el mismo enredo psíquico que preside su existencia.
Pero esto no es todo, hay más: como decía el gran cantante argentino, Atahualpa Yupanqui, “Los hombres son dioses muertos, de un templo ya derrumbado. Ni en sus sueños se salvaron. Sólo sus sombras han quedado.” Después de leer el libro de Rannel Báez aquel mundo poblado de seres frustrados se transforma, efectivamente, en sombra que pasa. (Pues tiene que ser así, ya que nos hallamos ante la presencia de personas ‘anónimas’ que transcurren por la vida ‘sin pena ni gloria.’) Y aunque el lenguaje podría ser entendido como el protagonista del discurso, pienso que hay un ‘ texto silenciado’ ( muy importante ) y es el siguiente: ‘somos seres, en una galaxia solitaria, girando con nuestros ecos, voces, o lamentos, a través de un espacio infinito,’ esta es la idea. Y si bien podría ser ‘la piedra filosofal’ que informa aquí al discurso, pienso que muy significativo es aun el hecho que con Cuentos desechables se inserta Rannel Báez al acervo literario azuano que goza ya con la presencia de figuras como William Mejía, Bernardo Bor, Emilia Pereyra, Julián Paula, Virgilio López Azuán, Miguel Aníbal Perdomo, entre otros ya inspirándose en el parnaso del cielo.

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